Llegó el momento, ha acabado el curso y por unos meses ya no tenéis más clases de matemáticas. Matesote también descansará, para retomar con fuerza el curso que viene.
Pero antes de irnos de vacaciones queremos deciros hasta luego recordando la poesía de Gabriel Celaya, para que veáis que hay matemática en todas las artes y arte en todas las matemáticas.
Gabriel Celaya (1911-1991), es un poeta englobado en la generación de poetas de postguerra. Inició estudios de ingeniería, dichos estudios le influyeron para que en que muchos de sus poemas tengan referencias matemáticas.
Para despedirnos hasta septiembre aquí os dejamos unos de esos poemas. Recordad: descansad, pasadlo bien, estudiar (si es lo que toca) y... ¡¡coged fuerzas para el curso que viene!!
Si queréis saber más podéis echarle un vistazo al siguente enlace:
http://algomasquenumeros.blogspot.com.es/2014/06/las-matematicas-de-gabriel-celaya.html
Pero antes de irnos de vacaciones queremos deciros hasta luego recordando la poesía de Gabriel Celaya, para que veáis que hay matemática en todas las artes y arte en todas las matemáticas.
Gabriel Celaya (1911-1991), es un poeta englobado en la generación de poetas de postguerra. Inició estudios de ingeniería, dichos estudios le influyeron para que en que muchos de sus poemas tengan referencias matemáticas.
Para despedirnos hasta septiembre aquí os dejamos unos de esos poemas. Recordad: descansad, pasadlo bien, estudiar (si es lo que toca) y... ¡¡coged fuerzas para el curso que viene!!
Si queréis saber más podéis echarle un vistazo al siguente enlace:
http://algomasquenumeros.blogspot.com.es/2014/06/las-matematicas-de-gabriel-celaya.html
ASÍ SOÑÉ YO LA VERDAD
Kepler miró llorando los cinco poliedros
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.
Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.
La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.